
Hace unos días hice de intrépido guía para unos amigos cuando al acercarnos hasta Fermoselle decidieron los muy atrevidos lanzarse frente a la niebla espesa a traspasar los arribes y las arribes. Entiende uno el cambio de género cuando a un lado de la presa de Almendra el agua regurgita, asusta y amenaza con tanta fuerza que sientes los dominios de Moby Dick. Del otro lado del inmenso muro de hormigón, en el paisaje agreste se deja caer en el vacío un águila haciéndose ver como una avecilla minúscula en un inmenso dominio en el que sin embargo, prevalece. Nadie diría que entre tantos saltos de agua a otros más abajo, temibles y dolorosos humanamente en su construcción, entre Aldeadávila y Saucelle, el principio de Faraday sentenciara su capacidad para fabricar, exportar y vender energía a centroeuropa. Nadie por tanto puede explicarse ahora cómo es posible que la factura de la luz en Zamora y Salamanca sea incluso superior a la de cualquier otra geografía que no ha pasado esta ‘turmix’ de despoblación humana, social, cultural y económica.
No podías suponer, por tanto, que al final de la primera década del segundo milenio la capacidad de tu asombro fuera también reciclable, biodegradable y renovable. Según esta sorprendente averiguación a la que has llegado, resulta que el principio de Newton ha quedado obsoleto y desprestigiado, tiene la culpa de todo, es como la gran hipoteca basura de la historia de la ciencia, y antes que él, la culpa anduvo como alma en pena ante Pitágoras, Heráclito e incluso Parménides. Mozart, no te creas, tampoco se libra del desastre y la cosa amenaza a Galileo y a otros mitos que tienen que ver con la documentación que obra en tu cerebro. Tras la aparición del segundo vicepresidente del gobierno justificando la subida de las tarifas eléctricas “para que la ciudadanía tenga conocimiento del precio de las cosas” y después escuchar el posterior mensaje de un magnate de las empresas electrificadas justificando lo mismo y preparando el panorama para posteriores e inmediatas subidas, has de reconocer y reconoces que: uno, vivir es caro; dos, vivir no es para todos y tres; ‘¡Qué bello es vivir!’ sólo existe en el recuerdo que hace de la felicidad un sentimiento abstracto de incierta belleza en la cara de un hombre derrotado. Piensa que a James Stewart le pasa toda una crisis -¿casi como esta?- por delante de sus narices y un angelito del cielo lo salva del abismo. Mucho me temo que estos otros ángeles han sido ya prejubilados y ahora dedican sus esfuerzos al tiempo libre, con lo cual, ahí estás frente a la crisis económica, la crisis ideológica, la crisis emocional, la crisis informativa, la crisis personal, la crisis de los otros y la crisis por venir que viene a ser otra crisis en la que andas ya metido.
Así que el futuro era esto. Sí, algo intuías cuando te abrazaste en el cine a Kubrick y su odisea espacial tanto como a una novia de segundo grado; antes de que se fijaran en ti los del Sporting hasta olvidar tras la lesión cómo corrías la banda; antes incluso de pensar que el futuro estaba en cerrar los ojos una mañana de sol mientras te apoyas en el piedra frente al Duero y recuerdas aquel tema de Supertram que te llevó desde entonces a hoy. ¿Y qué es hoy?, me preguntas. El futuro, nena. Feliz año nuevo.
No podías suponer, por tanto, que al final de la primera década del segundo milenio la capacidad de tu asombro fuera también reciclable, biodegradable y renovable. Según esta sorprendente averiguación a la que has llegado, resulta que el principio de Newton ha quedado obsoleto y desprestigiado, tiene la culpa de todo, es como la gran hipoteca basura de la historia de la ciencia, y antes que él, la culpa anduvo como alma en pena ante Pitágoras, Heráclito e incluso Parménides. Mozart, no te creas, tampoco se libra del desastre y la cosa amenaza a Galileo y a otros mitos que tienen que ver con la documentación que obra en tu cerebro. Tras la aparición del segundo vicepresidente del gobierno justificando la subida de las tarifas eléctricas “para que la ciudadanía tenga conocimiento del precio de las cosas” y después escuchar el posterior mensaje de un magnate de las empresas electrificadas justificando lo mismo y preparando el panorama para posteriores e inmediatas subidas, has de reconocer y reconoces que: uno, vivir es caro; dos, vivir no es para todos y tres; ‘¡Qué bello es vivir!’ sólo existe en el recuerdo que hace de la felicidad un sentimiento abstracto de incierta belleza en la cara de un hombre derrotado. Piensa que a James Stewart le pasa toda una crisis -¿casi como esta?- por delante de sus narices y un angelito del cielo lo salva del abismo. Mucho me temo que estos otros ángeles han sido ya prejubilados y ahora dedican sus esfuerzos al tiempo libre, con lo cual, ahí estás frente a la crisis económica, la crisis ideológica, la crisis emocional, la crisis informativa, la crisis personal, la crisis de los otros y la crisis por venir que viene a ser otra crisis en la que andas ya metido.
Así que el futuro era esto. Sí, algo intuías cuando te abrazaste en el cine a Kubrick y su odisea espacial tanto como a una novia de segundo grado; antes de que se fijaran en ti los del Sporting hasta olvidar tras la lesión cómo corrías la banda; antes incluso de pensar que el futuro estaba en cerrar los ojos una mañana de sol mientras te apoyas en el piedra frente al Duero y recuerdas aquel tema de Supertram que te llevó desde entonces a hoy. ¿Y qué es hoy?, me preguntas. El futuro, nena. Feliz año nuevo.