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miércoles, 3 de agosto de 2011

In memoriam, César Real . UN FRAGMENTO DE INFINITO

Así que te has ido, querido César, calladamente, como la humilde razón de un sabio, antes de las tormentas y después de la zozobra. Como en una vieja noche, bajo la luz fugaz del humo cuando era humo y ‘May way’ no era propiedad de Sinatra ni de Paul Anka siquiera sino del registro de la vida. De la amistad en literaturas a la taberna de Porfirio cuando ‘el Montero’ de Leo era un catálogo privado de artistas, en aquella remembranza entrabas tú, César, con el abrigo un invierno que cambió todo, cuando antes de que la memoria fuera prohibida en los planes de estudio ya veíamos que algo pasaría con el conocimiento porque ‘el remy’ apuñalaba el dominó y el tute y las cuarenta de Loren pasaban al archivo de los detalles mientras Nano Serrano evocaba una bulería, Cotobal dibujaba la nariz de un paquidermo y Manolo Díaz andaba entre aguas esmaltadas. Así pasaba la vida del ‘Corrillo’, entre Pepe Fuentes, Roberto Velasco y Chema buscando chicas de revista del Bretón, y Mata y Paciano pescando ‘blues’ en la calle del ilustrado Meléndez, lo que me lleva a cambiar el registro de este arrebato epistolar por tu ausencia.




Tras una enfermedad que se aceleró cruelmente, la desaparición de César Real Ramos, profesor titular de Literatura Española en la Facultad de Filología de la USAL, deja una huella imborrable especialmente en los estudios de los poetas de la Escuela salmantina del XVIII y también en la de otros dos poetas esencialmente lejanos y sin embargo próximos en la esencia de la palabra: José María Gabriel y Galán y José Ángel Valente. Que un profesor se ocupara de ambos ecos y lo hiciera con profundo conocimiento y delicadeza detalla la humildad en su armonía. Así era. Tenía en su estigma la huella universitaria. Su hermana Elena, -también tristemente fallecida al igual que Carmen- había sido catedrática de Francés en la Universidad valenciana y era hijo de César Real de la Riva. Este insigne profesor, fundador de los Cursos Internacionales, guardó siempre con celo su memoria de los acontecimientos de aquel 12 de octubre de 1936 en el paraninfo universitario donde se encontraba por su juventud en calidad de catedrático salmantino. Y la discreción en César se marcó igualmente sobre aquella experiencia de su padre. No era casual que a uno y a otro uniera la poesía de un poeta eminentemente popular, cuya reverberación tiene que ver incluso con la tradición salmantina y extremeña cuando hablamos de José María Gabriel y Galán. Ambos investigaron la poesía del autor de ‘El Ama’ o ‘El embargo’, acabando con la visión torpemente estereotipada como banal cuando no desdeñosa por ser recordada por los mayores. César Real Ramos fue comisario de la exposición que la Diputación de Salamanca organizó en 2005 en la restaurada Casa del Poeta en Frades de la Sierra. Su amiga y catedrática de la USAL, Carmen Ruiz Barrionuevo dirigió un curso extraordinario en aquel verano donde la ilusión del amigo guardaba su ingente pasión literaria y su bonhomía. De una de las paredes, César Real Ramos hizo grabar el telegráfico mensaje que Emilia Pardo Bazán envió al conocer la muerte del poeta: “¿Qué pierde una comarca al perder al artista que la comprende y refleja?. Algo espiritual; algo que no se mide ni se tasa; un fragmento de infinito”.

Pues ese fragmento, queda aquí y ahora. Otro día contamos lo de Valente, a modo de esperanza, querido César.