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domingo, 10 de abril de 2011

El virus de Epstein Barr y no sólo las balas


Esta es una historia militar de la que tendrían que avergonzarse algunos cuantos galones –no todos son así- que han confundido la profesión, esquivan responsabilidades y cuyo valor se les supone desde una oficina donde todo el monte es orégano. Conocí a la teniente Raquel hace más de diez años en un cuartel de Salamanca. Adscrita al Mando de Ingenieros pertenece como enfermera al Cuerpo Militar de Sanidad. En aquel desvencijado acuartelamiento se recibían órdenes para intervenir en misiones humanitarias en medio mundo, desde Honduras a Pakistán, mientras mirábamos la vida por delante o en un hilo, siempre con el cine de fondo hasta que los títulos forman parte de la realidad, pues entonces lo que era futuro se ha hecho presente continuo sin saber que estamos en él y que aquella vida por delante está hoy en un hilo.

La teniente Raquel, con una inmensa capacidad para reconocer su trabajo que le llevó a perfeccionar el inglés además del italiano y el francés, se embarcó un día junto a sus compañeros nada menos que hacia una base en Afganistán. Allí no hay Rambos que valgan y la destinaron a la UCI en el hospital de campaña. Un día, realizando una extracción de sangre a un paisano afgano tuvo el infortunio de pincharse con la aguja que manipulaba. Consciente del riesgo que aquello podía implicar se sometió a los análisis que allí mismo le realizaron dando negativo el de SIDA como descartando lesión hepática alguna. En el reconocimiento postmisión que ella misma solicitó por indicación de su médico de cabecera, no lo detectaron porque esa serología no se pidió, fue un internista privado quien la pidió ante la sospecha sintomática de que lo había contraído en la misión. Y ahí empieza el despropósito, la vida en un hilo, desde que un diagnóstico fiable detalla el virus de Epstein Barr, más agresivo que una una mononucleosis en estado puro. Y a partir de aquí, sobreviene el Síndrome de Fatiga Crónica/Encefalitis, un Síndrome de Hipersensibilidad Química Múltiple, ambas en estado grave que la va consumiendo. No es una alergia, sino una respuesta inmunitaria brutal ante cualquier producto químico que absorba su organismo. La vida de Raquel, con el apoyo de un marido genial, pende desde entonces en el hilo de la realidad a través de una silla de ruedas, una mascarilla y un tesón inquebrantable que hace de ella un capitán al mando de la fuerza de voluntad pues Raquel se ocupa de coordinar una Asociación dedicada a enfermedades raras. ¿Qué lleva y dónde viaja el riesgo?. Puede ser que un militar caiga en una acción despiadada o sufra un accidente en un lugar recóndito. Desgraciadamente ello forma parte de lo asumido en una profesión que implica tanto. Ahora bien, no sólo matan las balas y hay otros riesgos que se ocultan y de ellos nada se quiere decir, pasan a ser material clasificado. A Raquel le ha costado Dios y ayuda y también rabia conseguir el acto de servicio, detalle por el cual su caso se considera un accidente laboral. Y en todo este asunto lo que de verdad indigna es precisamente que carne de tu carne te olvide o haga que de tu caso no se hable, se ignore, no se cuente o se sepa, pues si no se habla y se ignora, ni se cuenta, ni se sabe, no existe.

Pero, Raquel, hete aquí que ya veía uno la fuerza que sostenía a una gran mujer.