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jueves, 11 de noviembre de 2010

Monseñor Quijote


Visitando el trastero que guarda la última mudanza he encontrado unas notas sobre una conversación con el padre Durán, Leopoldo Durán, enigmático, enormemente conservador, sarcástico desde la médula y hasta el último día de su vida fiel seguidor y servidor de la memoria de Graham Greene. De las muchas cosas inexplicables que a San Pablo envió a corintios, filipenses, tesalonicenses, gálatas, efesios, colosenses y romanos a mayores de las misivas dirigidas a Tito, Timoteo y Filemón, de entre ellas no consta que el de Tarso explicase cómo es posible la amistad entre el cura Durán y el autor de “El americano impasible” o “El poder y la gloria”. Era tal el factor humano entre ambos que la fidelidad y aprecio del cura iban más allá de toda cosecha de Toro a la Rioja fundida entre los dos, así como las aventuras y puteríos que sin secreto de confesión Greene le contaba como don Quijote a Sancho en el XXIII de la Iª parte: “por esta vez quiero tomar tu consejo y apartarme de la furia que tanto temes; mas ha de ser con una condición: que jamás, en vida ni en muerte, has de decir a nadie que yo me retiré y aparté deste peligro de miedo, sino por complacer a tus ruegos; que si otra cosa dijeres, mentirás en ello, y desde ahora para entonces, y desde entonces para ahora, te desmiento, y digo que mientes y mentirás todas las veces que lo pensares o lo dijeres”. Y el cura obedeció.
De los viajes de Greene por España, relatados por el padre Durán en su libro emblemático “Graham Greene: amigo y hermano” (Espasa, 1996) puede desprenderse que, en realidad, el largo caballero británico andaba ya metido en pieles y alma quijotescas, observando hacia fuera aquella España de transición y auscultando hacia su adentro un conflicto permanente con su fe. El catolicismo de Greene podía valer como paisaje castellano y manchego (con permiso del autor del quijote sanabrés) y en “Monseñor Quijote” así se nos revela. Lo que sucede en esta novela no es sino el viaje agónico de dos hombres frente a todo y frente a la nada, de ruta por una España cuyo retrato se deja sentir a su paso por el Lago de Sanabria. Y aquí es donde la nota del Padre Durán refleja su eco zamorano pues según él, una de las muchas cosas asumidas en la ingente historia de España que a Greene encendía era el papel de villano y no de héroe que un tal Bellido Dolfos a la sazón tenía como escapulario, santo y seña. Quizás no era para menos y al mismo cura le revolvía el comentario de su amigo mientras daban cumplida cuenta de una tortilla pasando el puente de Villadepera y atizando un vino de buena madre. No es extraño pensar, por tanto, que de aquellos viajes Graham Greene, espía, diplomático, cristiano por gracia de su amigo y valedor de una inmensa obra sobre la condición humana hubiese explorado en la intrahistoria española para dar salida a “Monseñor Quijote” sin olvidarse de doña Urraca.
Bueno, pues no es menos cierto que para la vindicación de este héroe olvidado y vilipendiado por la infamia los amigos de Bellido Dolfos cenaron ayer en torno a Manuel Fadón, el buen actor que ha dado piel al personaje en las andanzas del verano cultural. Greene hubiera compartido brindis.
lozanoanibal@gmail.com

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