En estas fechas del tercer milenio según los romanos seguimos para bingo en cuanto concierne al pensamiento, la fe y las convicciones. Si los curas supieran, que lo saben, el papa Benedicto XVI ha descubierto a Jesús de Nazaret (Ediciones Encuentro, 2011), libro de obligado cumplimiento y no saben o ignoran los curas o tienen una venda más en los ojos y tapones en los oídos que la Iglesia tiene prohibido, por obligada decisión de la curia, el escrito por José Antonio Pagola ‘Jesús, una aproximación histórica’ (PPC, 2008) y cuya aventura acabó en la octava edición. Era un triunfo molesto. Primero fue el prelado de Tarazona quien se molestó porque el vulgo se acostumbrase a una lectura en la que Jesús abre una reflexión humana pero en lugar de perder la fe por su lectura, se gana en la palabra y en la reflexión. No estamos sólo ante una historia revelada a través de las fuentes hebreas, latinas, griegas y arameas sino ante un compromiso de esperanza. Tampoco se trata de una lectura histórica a secas, como así pretendía explotar la parafernalia del Vaticano sin haberlo leído, como suele suceder; más allá de estas consideraciones, el libro del teólogo José Antonio Pagola no se aparta nunca del Cristo de la fe. Es una investigación de casi diez años de trabajo, que pregunta “¿Quién fue Jesús?” y que uno tuvo la oportunidad de comprar antes de que fuera tarde en la librería del seminario de San Andrés de Zamora.
Revuelve que un teólogo siga silenciado, secuestrado su libro para dejar el escaparate de las novedades al obligado catecismo firmado por su santidad. Si al menos Benedicto XVI y la corte vaticana dedujeran que el secuestro tiene que ver con la razón, estaríamos ante un debate humano sobre la investigación, la documentación y no la hoguera. El secreto de este galileo fascinante que irritaba a unos y aotros, dos mil años después también, que curaba y bendecía a errabundos en tránsito hacia la nada y prostitutas, sentaba sobre una limpia parábola el peso del amor y no del odio. Pagola ha investigado las fuentes de los evangelios sinópticos, los apócrifos y detalla ese ‘documento Q’ que sirvió de base para casi todos ellos si exceptuamos el del amigo y evangelista Juan. Es una lectura histórica y como tal, ha molestado, pero tras ella, queda el fondo del abismo donde crece la fe en un Cristo resucitado y misericordioso, palabra extrañamente maldita. Si el libro de Pagola comienza con el interrogante citado, concluye con una respuesta: “Por toda la eternidad, Dios hará lo mismo que hacía su Hijo por los caminos de Galilea: enjugar las lágrimas de nuestros ojos y llenar nuestro corazón de dicha plena”. Hay lecturas que uno tendrá siempre, como la traducción del amigo Pollux Hernúñez de ‘Oliver Twist’, que nunca olvidará o como la traducción de José María Valverde de ‘Ulises’ y hay revelaciones de cuanto creímos perdido y que el libro del teólogo José Antonio Pagola despeja entre las luz y las palabras.
En abril del año en curso, recuerdo del día en que ni unos ni otros entendieron a Azaña o no lo quisieron entender. Así, parece increíble que un teólogo –hoy Papa- silencie a otro, cura de parroquia. Algo va mal en el seno, coseno, tangente y cotangente de la empresa católica. Y seguimos para bingo.
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