Engañas
al sueño y te desvelas, aunque se trate de un domingo: son las 8.00 am.
Sintonizan Radio Nacional de España, Radio Clásica y a tu lado se queda uno de
los mejores programas de radio que
puedas escuchar. Se llama ‘Café del Sur’ y lo conduce Dimitri Papanikas desde
hace cinco años en que lo creó en una mesa de café cerca de la madrileña plaza
de Ópera. Las vicisitudes y los caprichos de la programación ha hecho que este
programa baile durante este tiempo en el dial de las emisoras de Radio nacional, que si Radio Clásica (antes
Radio 2) y Radio 3. Al final, el corazón que es sabio encuentra un día el breve
instante para sentirlo, para apreciarlo. ‘Café del Sur’ (que uno puede escuchar
en cualquier momento gracias a los podscast
de Radio Nacional, -justo es reconocer el gran servicio que para el oyente
tiene ‘A la carta’-) mira los orígenes del tango como un argumento entre la voz
y la palabra, la música, la memoria y la poesía. Y es mucho más que eso.
En estos tiempos que corren citarse con
la reflexión es difícil. Si echas la mirada sobre la radio misma pues volverte
y revolverte hasta encontrar cierta cordura que al menos, escapa a la soberbia
y egolatría que transmiten otros medios, como el de la caja tonta, más tonta
que nunca en bote y sin Lina Morgan que lo anuncie. Encontrarse, por tanto, con
un asueto de calma en un mar embravecido de estupideces tiene algo de cordura y
en ello nos alcanza la plenitud de ‘Café del Sur’. Dimitri Papanikas, en esa
mixtura del crítico sardo que lo es también de Italia, España, América del
Sur o el Peloponeso viaja como una
figura homérica en el Mediterráneo y lo acerca hasta formar parte de ti. Si la
historia del tango deviene en reclamo, es verdad que la misma cultura se nos
ofrece como el trasunto de la vida, como la letra que Dimitri Papanikas nos
recuerda como un péndulo hermoso del inolvidable Alfredo Zitarrosa: “Como haré para tomarte en mis adentros,
guitarra… Cómo haré para que sientas mi torpe amor, mis ganas de sonarte entera
y mía… Como se toca tu carne de aire, tu oloroso tacto, tu corazón sin hambre,
tu silencio en el puente, tu cuerda quinta, tu bordón macho y oscuro, tus
parientes cantores, tus tres almas, conversadoras como niñas… Como se puede
amarte sin dolor, sin apuro, sin testigos, sin manos que te ofendan… Como
traspasarte mis hombres y mujeres bien queridos, guitarra; mis amores ajenos,
mi certeza de amarte como pocos…”
Hay en este fascinante programa de radio, un fragmento
para sér y para creer en la dignidad humana. Algo
épico.
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