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jueves, 29 de noviembre de 2007


Final incierto para El gran Gastby

ficción sobre ficción
A.L.

Regresé a Louisville con la esperanza de sacudirme algunos recuerdos que se fragmentaban en mi memoria como el rompecabezas de un niño que recibe por navidad. Repetía algunas palabras alrededor de las imágenes que pasaban por la calle mientras la gente esperaba en las marquesinas la llegada del bus. Quizás por eso mismo los pensamientos se suceden, porque como escuché, aprendemos a demostrar nuestra amistad a la gente durante su vida y no después de muertos. ¿Se habría merecido Gastby un final así? Habían pasado algunas semanas y uno no sabe si la norma es dejar a los muertos en paz en ese endiablado rompecabezas que ahora nos hace adultos, hasta que llega el día de doblar el vestíbulo del hotel y percibir de soslayo en la terraza, que una mujer de rojo reta al condenado frío, como queriendo evitar su propio miedo. No había la menor la menor duda: su parecido con Daisy era como el dos perlas salpicadas en su escote.

- Si quiere, podemos entrar dentro. La nieve no cesará, se lo aseguro.
- ¿Está usted convencido de ello?, - me dijo - haciendo que cogiese su copa.

Cuando nos sentamos y el camarero dejó sobre la mesa dos martinis tan fríos como las manos ateridas de aquella figura asustada observé que las miradas del tiempo se reproducen como una música repetida y que en esencia, los paraísos que vivimos reaparecen como las hojas de un almanaque.

- Mi marido me ha llamado lo peor que se le puede decir a alguien -me confesó - mientras bebía un largo sorbo y el agua helada resbalaba por su nariz. “¡Bastarda!”. “¡Eso es lo que eres! ¡Una bastarda!”. “¿Qué le parece” -añadió- .

Fue entonces, al escucharla, cuando me vino de nuevo, como un extraño relámpago marcado en fuego sobre la piel, la desazón de haber estado en la casa de Gastby por última vez. Mientras le ofrecí mi pañuelo para que secase el agua de la nieve o de sus propias lágrimas, sólo me atreví a contestarle: Todos hemos visto esa palabra alguna vez en nuestra vida.

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