El otro Zamora
Aníbal Lozano
Al eco del legendario cancerbero que acompañaba la alineación recitada por mi padre y de la que no comprendía cómo sólo dos defensas, aun siendo ellos Ciriaco y Quincoces seguían siempre a Ricardo Zamora, como Epi y Blas, o Hernández y Fernández, contrasta ahora la reciente desaparición del profesor Zamora Vicente, cuya resonancia filológica algo tiene que ver con la de este recuerdo evocado. Conocemos a las personas por la huella que imprimen, ya sea en uno u otro lugar de nuestra vida o a un lado y a otro de lo que nos contaron sobre la suya al no coincidir en la nuestra misma o, indirectamente puede que sí, que en el marco del tiempo seduce lo que fueron en vida por la memoria recobrada de lo que sentimos. (Por cierto, ¿vendrá algún otro inquisidor a expoliarnos en muerte lo que nos fue arrebatado en vida?. En fin, dejemos tamaña estudipez para los indolentes).
El caso del profesor Zamora, de tan amplia resonancia épica por lo que el guardameta hizo en la arqueología del fútbol, guarda, sin duda, un espacio singular en la alineación de cuantos filólogos han alimentado durante generaciones el estímulo por los estudios hispánicos y la filología románica. Ni que decir tiene que su eco gravita en la facultad de Filología de Salamanca de cuya Universidad fue catedrático antes de tomar el tren hasta Madrid. Ilustre forjador de la escuela de estudios hispánicos, solía decir en vida que era el último discípulo nada menos que de don Ramón Menéndez Pidal. Zamora, el filólogo, asociaba su amistad además hasta Américo Castro y, como no, Dámaso Alonso. Nombres que, como Alvar, Lapesa, Alarcos, Bustos, Llorente o Lázaro Carreter han configurado junto a otros y otras, como María Moliner o Rosa Lida de Malkiel, las otras alineaciones de la Filología.
El manual de “Dialectología española” de Alonso Zamora Vicente aún hoy sigue siendo un punto de referencia para muchos profesores y estudiantes y ha servido como base para nuevos estudios de dialectología. Libro que ocupa algo más que la consulta sobre un fenómeno, como la metafonía, el cambio de pronunciación de una letra por otra, el trasunto de Zamora Vicente tuvo que ver también con su memorable discurso de ingreso en la RAE publicado después en un maravilloso libro como es “La realidad esperpéntica”. Ya en los años de transición, el profesor se acercó de nuevo hasta Salamanca para presidir el tribunal de la tesis doctoral de Ciriaco Ruiz, profesor de la USAL, sobre la lengua de Valle Inclán. El filólogo de reminiscencias épicas sacó entonces de la chistera eso que acompaña sólo a los sabios y que alguien ha resaltado recientemente: la decencia. Vaya el recuerdo por tanto de Zamora, el otro guardameta de las palabras.
1 comentario:
¡Por fin volvemos a leer a nuestro amigo Aníbal! Respecto al artículo: en la época del Profesor Zamora se reunieron en las cátedras de la USAL un importante número de intelectuales preocupados por la enseñanza y la investigación. Hoy el nivel ha decaído ¿La universidad está a la baja? Personalmente creo que sí.
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