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domingo, 18 de noviembre de 2007

Material memoria
Aníbal Lozano

En este año se han cumplido veinte de la muerte de Aníbal Núñez (Salamanca, 1944-1987) cuya vinculación con Zamora residía tan cerca y tan lejos como entender su ausencia más allá del ámbito de la habitabilidad. De haber vivido hoy pasaría de cumplir los sesenta, cifra que según las impertinentes divisiones geoliterarias, falsamente estratégicas y aduladoramente crueles, el poeta –y pintor- sería considerado un clásico. ¿Bajo el mismo malditismo con el que vivió para unos y para otros, incluso –como no- para sí mismo?. Es posible.
Llevó a Aníbal Núñez titular Primavera soluble varios espacios de su vida entre­lazados y mezclados. No parece extraño, por tanto, que José Ángel Valente reparara en su obra y la prologara: “Inútil arrepentirse. Si se ha avanzado un pensamiento, ya no cabe retroceder. Se retrocede, a veces, por conveniencia o miedo. Mas, ya sabiendo que estar aquí es puro aparecer efímero entre una y otra nada, nada juzgaríamos capaz de retenernos o de impedirnos franquear el límite que apenas nos separa de la aniquilación final”. Así que veinte años nos separan de la primavera en que murió Aníbal Núñez y su poesía sigue siendo un referente de absoluta atención en la lectura contemporánea.
La irónica mirada que arroja sobre Villar y Macías y sobre la sociedad salmantina que lo maltrató tiene una doble interpretación en “Alzado de la ruina”: “Circulan dos relatos –anota el crítico Miguel Casado desde los versos de A.N.. sobre el lugar preciso donde Villar y Macías se arrojó-; para la versión culta, ‘un remanso apartado de aguas limpias’, para la popular, el puente en que ‘se vertían / todas las inmundicias de la ciu­dad”.
Desvelar, por otra parte, el contenido de un poema como “Casa Lys” resulta innecesario. Donde ahora hay un Museo de Art‑Decó y de peleas judiciales la palabra hace tiempo tomó ventaja: “...los troncos balaustres / remiten a los ojos incendiados / al desa­sistimiento que, en los límites / de la ciudad caduca, altos muros leprosos / representan...”.
Las dos últimas muestras aparecidas este año en Béjar y Salamanca: “Cartapacios” y “Estampas de ultramar”, al amparo de la Fundación PREMYSA y de la Diputación de Salamanca, respectivamente, que han corrido a cargo de Germán Labrador Méndez y Fernando R. de la Flor dan fe de la trascendencia y vigencia de su gran obra poética.
Por ello, desde la rebelión, desde la náusea incluso, desde la belleza y desde la verdad pese a tanta dureza que asoló su biografía, la palabra de Aníbal Núñez queda en ese instante donde “el diamante y la ternura” asoma por encima de cuanto desvelara el poeta José Ángel Valente en su memoria para concluir que su obra destaca hoy, aquí y allá, sobre la de “tanto vivo difunto”.

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